Un vínculo profundo en el que no sólo está en juego nuestro destino sino también el destino del otro, su historia. Esta es la verdadera amistad: un bien gratuito y no reembolsable; una relación auténtica donde cada uno, al apoyar al otro, al final se encuentra consigo mismo.
El amigo en problemas
Conducía al trabajo cuando vi a un antiguo colega de la universidad en la calle. Lo llevé y en el camino me contó sus problemas: por el COVID se había quedado sin trabajo de mesero; además, en el hospedaje donde residía no tenía agua caliente y energía eléctrica, pues no había pagado las cuentas. Fue espontánea mi invitación a tomar una ducha y lavar la ropa en mi casa, cuando lo necesitaba. Él aceptó con gusto. Un día vino como siempre, no estaba bien, pero no tuvo valor para decírmelo. Después de dos días, descubrí que tenía COVID. Cuando el amigo se enteró, entendió que era él quien me había contagiado, así que no tenía ganas de volver a lavar sus cosas. Pero le aseguré que no tenía nada contra él y volvimos a vernos seguido. Si encontré la fuerza para salir al encuentro de este hermano mío, fue porque como cristiano me siento llamado a detenerme y comprender las necesidades de mi prójimo, para ayudarlo y amarlo como nos dice Jesús en el Evangelio.
Matrimonio en crisis
Desde Brasil, tierra de su “gran amor”, Brigitte me había escrito que su esposo, que se había vuelto alcohólico, la había abandonado a ella y a sus tres hijos. Con el consentimiento de mi esposo, decidí visitarla. Aunque el viaje fue un gasto muy alto para nuestra economía, prevaleció el deseo de estar cerca de esta vieja amiga. Encontré a Brigitte destrozada, desilusionada, desorientada; se preguntó por qué ese destino: lejos de su patria y parientes, sola, fracasada en todos los sentidos. Hablamos de la posibilidad de un regreso a Francia. Sin embargo, ella no veía el alejamiento total del padre como algo positivo para los niños. Podía entenderla. Para su economía, estando allí me comuniqué con la editorial donde trabajo, que le encargó algunas traducciones al francés. Pero el verdadero regalo para Brigitte, y también para mí, fue que, recordando nuestra juventud, pensando en las preguntas sobre la fe y el deseo de construir un mundo más humano, ese sueño pareció revivir. Finalmente, ella misma identificó la forma más concreta de comprometerse con los demás, un camino hacia la reconstrucción. Volví con nuevas fuerzas.
Fuente: focolare.org