Y un viejo sacerdote dijo: Háblanos de la Religión.
Y él respondió:
¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?
¿No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? ¿Y aún aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar? ¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones?
¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo dicien do: «Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?»
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona. El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo. El sol y el viento no desgarrarían su piel.
Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula. El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.
Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.
Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión. Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis.
Kahlil Gibran, El profeta