UN AÑO DE ESPERANZA

Feliz Navidad , Parroquia Santa Beatriz 2022


En el calendario 2022 que sacó la parroquia podíamos leer «Un año de esperanza».

Lo cierto es que este año 2022 lo podíamos catalogar de «anno horribilis». Motivos habría para ello: Guerra de Ucrania, subida espectacular del IPC, hasta máximos que no se daban desde hacía varios lustros y los políticos sin ponerse de acuerdo en cuestiones de suma importancia para nuestro país. En fin, demasiadas cosas negativas para desear que este año termine lo antes posible.

Sin embargo, el año terminará con una buena noticia: Dios ha nacido. Jesús habitará entre nosotros y nos volverá a llevar la alegría y la esperanza a nuestros corazones. No hará falta que nos recuerden con los alumbrados navideños, cada año se adelantan más, que un «niño» volverá a salvar al mundo como lo hizo hace 2022 años.

Jesús es nuestra guía, marca nuestro camino y nos llena amor. Amor al prójimo, ojalá llegué a los oídos de aquellos que se afanan en seguir con las guerras, mantener el hambre y buscar la desigualdad entre la personas.

Jesús es nuestra esperanza. Feliz Navidad a todos.

Antonio Vaquerizo



VIGILIA DE ADVIENTO

Te invitamos a celebrar

MISA VIGILIA

SABADO 26 NOVIEMBRE A LAS 19:00 H.

 



Porque bautizar a los niños

¿Por que Bautizar a los niños? Parroquia Santa Beatriz - 2022

¿Por qué bautizar a los niños pequeños? ¿No es mejor esperar a que ellos puedan decidir?

Hoy día hay padres que prefieren esperar a que sus hijos crezcan para que, cuando tengan suficiente capacidad de tomar decisiones propias, puedan decidir libremente si se bautizan o no. La razón parece lógica: las decisiones que tienen consecuencias importantes han de ser libremente tomadas, y pocas cosas hay más importantes en la vida que incorporarse o no a la Iglesia, que ser cristiano o no.

En cambio, muchos padres católicos bautizan a sus hijos a los pocos días de nacer, y no piensan que estén coartando la libertad de sus hijos, ni condicionando injustamente su futuro. Parecen personas razonables. ¿Lo son realmente?

Un hecho sociológico

Hay muchas decisiones que toman los padres sin esperar a consultar con sus hijos, en cuestiones que les van a afectar de un modo decisivo en su vida. Se ocupan de proporcionarles alimento, vestido, calor y afecto antes de que tengan uso de razón, sin que lo hayan pedido libremente, pero esto es imprescindible para sacarlos adelante con vida. Pero también hacen cosas, además de cubrir las necesidades básicas de subsistencia, que incidirán decisivamente en planteamientos vitales de fondo.

Pensemos, por ejemplo, en el hecho de hablarles en un idioma concreto. La adquisición del idioma materno responde a una decisión de los padres que va a configurar el modo de expresarse de los hijos, sus más profundas raíces culturales e incluso unas perspectivas muy concreta en su acercamiento a la realidad. Ningunos padres razonables tomarían la decisión de no hablar nada a su hijo hasta que creciera, escuchase varios idiomas y decidiera por sí mismo cuál querría aprender. El idioma es un elemento cultural muy importante en el desarrollo de la vida humana y retrasar su adquisición hasta la mayoría de edad supondría un gravísimo daño al desarrollo intelectual del nuevo ser humano.

Pero, ¿la decisión de bautizar y comenzar a formar en la fe tiene algún parecido con la de hablar a los niños en el propio idioma? Una persona que no tenga fe y no sepa lo que supone la existencia de Dios, su bondad, su modo de actuar en el mundo y en las personas, y que desconozca la realidad más profunda del bautismo pensará que no tiene nada que ver, que el idioma es imprescindible y la fe no lo es.

Pero eso no quiere decir que su valoración sea razonable, sino que se debe a sus carencias culturales, o incluso a sus prejuicios, que le impiden razonar contando con todos los datos reales. Por eso, para hacerse cargo racionalmente de todos los factores implicados en esta cuestión resulta imprescindible saber primero lo que supone recibir el Bautismo, y después valorar la situación.

Qué implica el Bautismo

Dios ha diseñado para cada ser humano una historia de amor, que se va desvelado poco a poco a lo largo de la vida. En la medida que tengamos un trato cercano con Él, esa historia se irá desvelando y tomando cuerpo. Y el primer paso para que se esa cercanía sea eficaz se da en el Bautismo.

La fe cristiana considera el Bautismo como el sacramento fundamental, ya que es condición previa para poder recibir cualquier otro sacramento. Nos une a Jesucristo, configurándonos con Él en su triunfo sobre el pecado y la muerte.

En la antigüedad se administraba por inmersión. El que se iba a bautizar se sumergía por completo en agua. Así como Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó, el nuevo cristiano se introducía simbólicamente en un sepulcro de agua, para despojarse del pecado y sus consecuencias, y renacer a una nueva vida. El bautismo es, en efecto, el sacramento que nos une a Jesucristo, introduciéndonos en su muerte salvífica en la Cruz, y por ello nos libera del poder del pecado original y de todos los pecados personales, y nos permite resucitar con él a una vida sin fin. Desde el momento de su recepción, se participa de la vida divina mediante la gracia, que va ayudando a crecer en madurez espiritual.

En el bautismo nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de nuestro Salvador, y en hijos de Dios. Somos liberados del pecado, arrancados de la muerte eterna, y destinados desde ese instante a una vida en la alegría de los redimidos. «Mediante el bautismo cada niño es admitido en un círculo de amigos que nunca le abandonará, ni en la vida ni en la muerte. Ese círculo de amigos, esta familia de Dios en la que el niño se integra desde ese momento, le acompaña continuamente, también en los días de dolor, en las noches oscuras de la vida; le dará consuelo, tranquilidad y luz» (Benedicto XVI, 8 de enero de 2006).

Por qué la Iglesia mantiene la práctica del bautismo de niños

Esta práctica es de tiempo inmemorial. Cuando los primeros cristianos recibían la fe, y eran conscientes del gran don de Dios de que habían sido objeto, no querían privar a sus hijos de esos beneficios.
La Iglesia sigue manteniendo la práctica del bautismo de niños por una razón fundamental: antes de que nosotros optemos por Dios, él ya ha optado por nosotros. Nos ha hecho y nos ha llamado a ser felices. El bautismo no es una carga, al contrario, es una gracia, un regalo inmerecido que recibimos de Dios.
Los padres cristianos, desde los primeros siglos, aplicaron el sentido común. Así como la madre no deliberaba largamente sobre si debía dar el pecho a su hijo recién nacido, sino que lo alimentaba cuando el niño lo requería, así como lo lavaban cuando estaba manchado, lo vestían y lo abrigaban para protegerlo de los rigores del frío, así como le hablaban y le daban cariño, también le proporcionaban la mejor ayuda que cualquiera criatura humana necesita para desarrollar la vida en plenitud.

Fuente:



Papa Francisco a la Iglesia de Bahrein

Papa Francisco en el Encuentro de oración y ángelus con los obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y agentes pastorales. - Parroquia Sta Beatriz

El Papa les ha pedido que conserven y multipliquen la alegría, que cuiden el diálogo con los demás y que acojan su vocación profética.

Son palabras del Papa Francisco en el Encuentro de oración y ángelus con los obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y agentes pastorales. Recordando que el primer testimonio en la unidad, les ha pedido: “¡Tratemos de ser custodios y constructores de unidad! Para ser creíbles en el diálogo con los demás, vivamos la fraternidad entre nosotros. Así ha pedido hacerlo en las comunidades, casas religiosas, familias sociedad: Estemos siempre abiertos al diálogo».

El Papa Francisco, en su homilía, además de explicar el Evangelio del día; se ha detenido en “tres grandes dones que el Espíritu Santo nos da y que pide que acojamos y vivamos: la alegría, la unidad y la profecía”.

Fuente de alegría

Por una parte, “el Espíritu es fuente de alegría”. Tras explicar que “la alegría del Espíritu no es un estado ocasional o una emoción del momento”, ha indicado que nace de la relación con Dios, “de saber que, aun en las dificultades y en las noches oscuras no estamos solos, perdidos o derrotados, porque Él está con nosotros”.

Así, les ha pedido a todos los asistentes que ya viven esa alegría en comunidad: “Consérvenla, más aún, multiplíquenla. ¿Y saben la mejor manera? Dándola”. De esta forma ha explicado que es necesario que la alegría no decaída en las comunidades cristianas: “que no nos limitemos a repetir gestos por rutina, sin entusiasmo, sin creatividad”.

“Es importante que, además de la liturgia, particularmente en la celebración de la Misa, fuente y cumbre de la vida cristiana, hagamos circular la alegría del Evangelio también a través de una acción pastoral dinámica, especialmente para los jóvenes, las familias y las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa”, ha indicado.

Fuente de unidad

Por otra parte, el Espíritu Santo es fuente de unidad. “Las divisiones del mundo, y también las diferencias étnicas, culturales y rituales no pueden dañar o comprometer la unidad del Espíritu” ha pedido, recordando que “su fuego destruye los deseos mundanos y enciende nuestras vidas con ese amor acogedor y compasivo con el que Jesús nos ama”.

Así, cuando esto sucede hay unidad. “El Espíritu del Resucitado se convierte en esa fuente de unidad y de fraternidad, rompe las barreras de la desconfianza y libera del miedo”, ha explicado. Es de esta forma como el Espíritu modela a la Iglesia desde sus orígenes: “Desde Pentecostés las procedencias, las sensibilidades y las diferentes visiones se armonizan en la comunión, se forjan en una unidad que no es uniformidad. Si hemos recibido el Espíritu, nuestra vocación eclesial es principalmente la de cuidar la unidad y cultivar el conjunto”.

El primer testimonio que podemos dar al mundo es el de la unidad. El Papa Francisco lo ha remarcado desde Bahréin: “¡Tratemos de ser custodios y constructores de unidad! Para ser creíbles en el diálogo con los demás, vivamos la fraternidad entre nosotros. Hagámoslo en las comunidades, valorando los carismas de todos sin mortificar a nadie; hagámoslo en las casas religiosas, como signos vivos de concordia y de paz; hagámoslo en las familias, de modo que el vínculo de amor del sacramento se traduzca en actitudes cotidianas de servicio y de perdón; hagámoslo también en la sociedad multirreligiosa y multicultural en la que vivimos”. De esta forma, en el marco de una región como la del Golfo Pérsico el Papa ha exhortado: “Estemos siempre en favor del diálogo, seamos tejedores de comunión con los hermanos de otros credos y confesiones. Sé que en este camino ustedes ya dan un hermoso ejemplo, pero la fraternidad y la comunión son dones que no debemos cansarnos de pedir al Espíritu, para rechazar las tentaciones del enemigo, que siempre siembra cizaña”.

Fuente de profecía

Por último, el Espíritu es fuente de profecía. Los profetas, que son personas que Dios llama, consagra y envía en medio del pueblo para que hablen en su nombre, reciben la “luz interior que los hace intérpretes atentos de la realidad”. De esta forma el Papa pasó a recordar que “también nosotros tenemos esta vocación profética”. Por eso, “no podemos fingir que no vemos las obras del mal, quedarnos en una vida tranquila par no ensuciarnos las manos”.

Además, el Papa ha terminado agradeciendo estos días a quien han preparado, al Rey y las autoridades por su exquisita hospitalidad: “Los animo a seguir con constancia y alegría su camino espiritual y eclesial”.

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