FELIZ NAVIDAD 2022

¡Feliz navidad!
GOZAR DE SU COMPAÑIA

APRESURÉMONOS HACIA LOS HERMANOS QUE NOS ESPERAN
¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.
El primer deseo
Que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes, para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.
Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos las cosas de arriba, pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.
El segundo deseo
Que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con el. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.
Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también en gran manera la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.
De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 2: Opera omnia, edición cisterciense, 5 [1968], 364-368 )
LA ETERNIDAD JUNTO AL SEÑOR

Día de todos los Santos
Como todos los años llega el día de todos los Santos, una fecha que muchos lo asocian a días descanso y puente y otros a visitar en los cementerios a sus seres queridos. Muchos retornan a sus lugares de origen donde descansan aquellas personas que fueron, son y serán siempre importantes en nuestra vida.
Para nosotros los cristianos, la muerte no es el fin y no debe serlo, para nosotros hay vida más allá de la tierra, y esa vida es JESÚS. Que nadie se olvide, Jesús fue un ser de carne y hueso como todos nosotros. Vivió las mismas cosas que nosotros y por si esto fuera poco, murió por nosotros para darnos la eternidad junto al PADRE.
Este día que hace que nuestros corazones palpiten a otro ritmo y que en nuestros ojos aparezcan diminutas lágrimas, es un día para estar alegres, Jesús está con nosotros y ellos ya están con ÉL.
Nuestro camino tiene un fin, la eternidad junto al Señor.
Feliz día de todos los Santos
Antonio Vaquerizo
FIESTA TODOS LOS SANTOS

Algo mucho mejor
Celebramos la solemnidad de todos los santos y después el día de los difuntos. Días importantes de recuerdo para los que nos han precedido en la fe y duermen ya el sueño de la paz. Y de hacer presentes verdades importantes de nuestra fe.
En el día de todos los santos nos alegramos y tratamos a los que murieron en gracia de Dios y ya están en el cielo. El los difuntos rezamos por los que todavía están en el purgatorio, para que, purificados cuanto antes, gocen de la gloria celestial.
Celebraciones para reflexionar
Nos invita a pensar en el misterio de la muerte -que Jesús mismo quiso asumir para que nosotros pudiéramos vencerla- y en el destino final de nuestras vidas: lograr la felicidad definitiva para la que nos has hecho, el posible fracaso del infierno, o la “repesca” del purgatorio una vez debidamente purificados.
La Comunión de los Santos
Y, en el fondo de esta celebración, está la fe en la comunión de los santos que confesamos al final del Credo. “Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros… Es, pues, necesario creer que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza… Así, el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia” (Santo Tomás, symb. 10) (Catecismo, 947). Nunca estamos solos, Jesucristo y todos nuestros hermanos en la fe nos acompañan y apoyan.
En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, la comunión, la fracción del pan y las oraciones (Hch 2, 42). Comunión en la fe: La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte (Catecismo, 949).
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que compartían todas las cosas (Hch 4,32). Comunión de la caridad: En la “comunión de los santos” ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo (Rm 14, 7). Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo.
Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte (1Co 12,26-27). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos.
«Existe una comunión de vida entre nosotros los que creemos en Cristo y nos hemos incorporado a Él por el Bautismo. La relación entre Jesús y el Padre es el modelo de este fuego de amor. Y la “comunión de los santos” es una gran familia. Todos nosotros somos familia, una familia donde todos procuramos ayudarnos y sostenernos entre nosotros.» Catequesis del papa Francisco
Intercesión de los santos
Contemos también con la intercesión de los santos. “Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad” (Vaticano II, Lumen gentium 49). Algunos santos, cercano el momento de su muerte, eran conscientes del gran bien que podían seguir haciendo desde el Cielo: “No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo de Guzmán, moribundo, a sus hermanos, cf. Jordán de Sajonia, lib 43). “Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra” (Santa Teresa del Niño Jesús, verba) (cf. Catecismo 956)
Invoquemos en especial a María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. Que ella, la toda santa, nos haga fieles discípulos de su hijo Jesucristo, y que se lleve cuanto antes al Cielo a los difuntos que estén en el purgatorio. Amén.
Don Francisco Varo Pineda, Director de Investigación, Profesor de Sagrada Escritura
CONMEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS

EUCARISTIA
2 DE NOVIEMBRE 2022
HORAS: 9:00 y 19:00
Si deseas que recordemos en la misa a tu persona querida.
Pincha aquí y facilita los datos.
“Todo el que vive en Mi, no morirá jamás”. Jn 11,26
Oración para los fieles difuntos
No llores si me amas…
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes,
los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo,
la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme; cuando la muerte venga a romper las ligaduras,
como ha roto las que a mí me encadenaban,
y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce,
tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a ver a aquel que te amaba y que siempre te ama,
y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado,
extático y feliz, no ya esperando la muerte,
sino avanzando contigo,
que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida,
bebiendo con embriaguez a los pies de Dios
un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas…
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
La muerte no es nada.
No he hecho nada más que pasar al otro lado.
Yo sigo siendo yo.
Tú sigues siendo tú.
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
Dame el nombre que siempre me diste.
Háblame como siempre me hablaste.
No emplees un tono distinto.
No adoptes una expresión solemne, ni triste,
sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Reza, sonríe, piensa en mí, reza conmigo.
Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue,
sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra.
La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado,
¿Por qué habría de estar yo fuera de tus pensamientos?
¿Sólo porque estoy fuera de tu vista?
No estoy lejos… tan solo a la vuelta del camino.
Lo ves, todo está bien…
Volverás a encontrar mi corazón, volverás a encontrar su ternura acendrada.
Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.
Con todo mi cariño, con toda tu alegría.
San Agustín.
TENEIS UNA MADRE

Madrid ha celebrado el 23 de septiembre, la fiesta de la patrona de los presos y de instituciones penitenciarias Nuestra Señora de la Merced con una Santa Misa dirigida por el cardenal Carlos Osoro.
«No se olvide de nosotros». Tímido, pero audible, uno de los internos de Soto del Real que acaba de interpretar, junto al coro, la Misa de la Virgen de la Merced en el salón de actos, se despide del arzobispo Madrid, cardenal Carlos Osoro, que ha presidido la celebración. Con toda la ilusión, con poco tiempo para ensayar, el coro (cuatro voces, dos guitarras, una batería y un piano) han interpretado las canciones de una Eucaristía en la que han participado más de 300 personas.
«Evangelio es abandonar tu vida en manos de Cristo», han cantado antes de la proclamación del Evangelio. «Es mirar al cielo con ojos de niño». Ese cielo que se ve desde los patios de la cárcel y a través de los barrotes de las ventanas de los módulos en una prisión. Madrid V, que ha celebrado este viernes, 23 de septiembre, con un día de adelanto y por todo lo alto, la fiesta de la patrona de los presos y de instituciones penitenciarias: Nuestra Señora de la Merced.
«Cuando tengáis momentos de tristeza —ha animado el arzobispo a los internos durante la homilía—, no os olvidéis de que no estáis solos, tenéis una Madre». Se refiere a la Virgen María, de la que hay un mural permanente en este salón de actos de Soto, en su advocación de Guadalupe. «La regaló la familia de uno de los internos», nos aclara al concluir Paulino Alonso, capellán de Soto desde hace 24 años.
El arzobispo les señala, sin embargo, la talla de la Merced colocada junto al altar. María sostiene en su brazo izquierdo al Niño Jesús. Sugiere a los presentes, en lenguaje ignaciano, que hagan una «composición de lugar: ese soy yo, en brazos de María», siguiendo la dirección marcada por su otra mano, la derecha, que indica «el camino por el que tenemos que andar».
Que no es otro que el de proclamar, como en el magníficat del salmo, «la grandeza del Señor». ¿Cómo? «Con la vida», también dentro de los muros de la prisión, siguiendo aquello por lo que se distinguían, les ha contado, los primeros cristianos: por cómo se amaban, se querían, se ayudaban los unos a los otros, «sin poner etiquetas». «Ningún ser humano debe tener más etiqueta que esta: ser hijo de Dios».
La Eucaristía, espacio de libertad
Como el cardenal Van Thuan, les ha contado, que durante su cautiverio hizo que la cárcel se convirtiera «en un lugar de fraternidad», así «os invito yo a esto en este día». También les ha recordado que «hemos sido enviados para dar la Buena Noticia», que es el propio Jesucristo, «un modo de ser, de vivir y de comportarnos». Este tiempo de prisión, ha asegurado a los internos, «puede ser tiempo también para diseñar la vida» según estos parámetros, «para encontrarnos con Nuestro Señor, para tomar decisiones fundamentales en la vida».
Silencio sepulcral en un auditorio que escuchaba las palabras con respeto, que rezaba el padrenuestro con unción, quizá recordando esas palabras del cardenal Osoro, «todos somos hermanos», y que comulgaba con devoción. Es el de la Eucaristía el espacio de libertad de los internos, como señala el capellán. Ese en el que Dios se hace presente, dentro de los enrejados, las alambradas y los muros, para liberar al hombre. «Dios no estorba», ha enfatizado el purpurado; «Dios no es alguien que esclaviza», «no nos quita la libertad, Dios da libertad».
Junto al arzobispo han concelebrado, entre otros, el vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, José Luis Segovia, y el vicario de la Vicaría VIII, el padre Ángel Camino, OSA, además del propio capellán de Soto. En la Misa han participado también el director y la subdirectora del centro penitenciario, así como el jefe de Seguridad de la prisión, que ha acompañado al cardenal Osoro a lo largo de toda la visita.
«Hablamos, padre»
Además de los miembros del coro, muchos internos han querido saludar al cardenal Osoro al concluir la Misa. Le piden su bendición, le agradecen su presencia. Como habían hecho, momentos antes de la Misa, los internos de Enfermería. Un módulo con área de psiquiatría, enfermos graves (muchos de ellos oncológicos, algunos terminales) e infecciosos (COVID, tuberculosis, sarna, hepatitis…) en el que hay cerca de 50 pacientes.
Allí esperaban al purpurado con ganas. Muchas ganas. Para ellos es todo un acontecimiento. «Yo estoy bien, padre, dentro de poco saldré en libertad» o «tratamos de estar bien para salir pronto de aquí», o «intentamos tirar pa’lante cada día», le cuentan.
Hay habitaciones recién limpiadas, en las que aún se ven los productos de higiene de por medio. Las han preparado para un día que es especial para ellos. La vida de los pacientes se ve en sus mesillas. «Son mi mujer y mi hija», explica uno de ellos, natural de Cali (Colombia), enseñando un mural de fotos con borde de purpurina rosa. En una cama ha quedado abandonado un libro de salmos. Otro enfermo le muestra al cardenal Osoro un gran dibujo de un Jesucristo que ha hecho con granos de café molidos, y que tiene sobre su cama. El compañero cultiva cuatro plantas en maceteros hechos con botellas de plástico: tomates, melón… «Para cuando salga».
«Que tenga feliz día», se despide uno de ellos. Otro lo hace con un confiado y familiar «hablamos, padre». El purpurado escucha otro deseo: «Que Dios le siga cuidando, le siga dando mucha salud y también felicidad». Y reza un padrenuestro, de la mano, con un hombre que padece esquizofrenia. Bendice a unos y a otros, les pregunta de dónde son y los anima. «Muchas gracias por la visita, se agradece muchísimo», le responden.
La figura del interno de apoyo
En el módulo, los pacientes ocupan habitaciones de cuatro o cinco camas, y están permanentemente acompañados por un interno de apoyo. Un preso de confianza que cuida de todos y de todo, y que es imprescindible para los funcionarios, porque «nosotros a todo no llegamos». Uno de estos internos es Rober, en Enfermería 19 de los 20 meses que lleva en Soto, porque trabajaba en la UVI de un hospital madrileño.
Es, además, el encargado del economato del módulo. Lo tiene impecable; nada que envidiar la pulcritud de su cafetera con la de los mejores restaurantes de Madrid. «Todas las noches me quedo limpiando», reconoce.
Lo que le ha tocado vivir a Rober solo él lo sabe. «He salvado vidas», explica, como si tal cosa, mientras relata las diferentes modalidades de intentos de suicidio que ha evitado. No son fáciles los presos enfermos.
Por eso, internos como Rober «pagan tres veces más de condena», observa uno de los funcionarios. Por la labor que hacen, que no solo es evitar problemas, sino también generar esa fraternidad a la que se refería el purpurado en la homilía. «Yo ducho a la gente», los acompaña… El funcionario lo tiene claro: «El que se quiere reinsertar, se reinserta».
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