SIEMPRE EN EL SEÑOR

Siempre en el Señor, Parroquia Santa Beatriz de Leganes. Feliz 2023

Siempre en El Señor

2022 ya es historia o podríamos también decir por fin es historia. Una historia que se escribió en capítulos de guerra, crisis económicas, coletazos de la pandemia y subida estratosférica de la cesta de la compra. Demasiada carga negativa. Pero para nosotros los católicos, los que creemos en Jesús siempre tuvimos su amparo y su amor que nos llenó de esperanza. La esperanza de hacer las cosas mejor el próximo año, los anhelos de ver cumplidos, al menos, una parte de nuestros objetivos. Jesús siempre está con nosotros, nunca nos abandona.

Comienza el 2023, un año con las hojas en blanco y con todo por escribir. Si tenemos una certeza incuestionable es que Dios estará siempre con nosotros. Será nuestra cabecera en cada hoja, pase lo que pase y suceda lo que suceda. El Señor estará siempre velando y guiando nuestros pasos.
En este año 2023 que comienza que el Señor fortalezca nuestro ánimo y haga que los seres humanos se comporten con empatía y amor al prójimo.
¡Feliz año 2023!

Antonio Vaquerizo



TRAZAR JUNTOS CAMINOS DE PAZ

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
56 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2023

Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz.

«Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche» (Primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses 5,1-2).

1. Con estas palabras, el apóstol Pablo invitaba a la comunidad de Tesalónica, que esperaba el encuentro con el Señor, a permanecer firme, con los pies y el corazón bien plantados en la tierra, capaz de una mirada atenta a la realidad y a las vicisitudes de la historia. Por eso, aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, guía nuestro camino. Con este ánimo san Pablo exhorta constantemente a la comunidad a estar vigilante, buscando el bien, la justicia y la verdad: «No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios» (5,6). Es una invitación a mantenerse alerta, a no encerrarnos en el miedo, el dolor o la resignación, a no ceder a la distracción, a no desanimarnos, sino a ser como centinelas capaces de velar y distinguir las primeras luces del alba, especialmente en las horas más oscuras.

2. El COVID-19 nos sumió en medio de la noche, desestabilizando nuestra vida ordinaria, trastornando nuestros planes y costumbres, perturbando la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, generando desorientación y sufrimiento, y causando la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros.
Empujado dentro de una vorágine de desafíos inesperados y en una situación que no estaba del todo clara ni siquiera desde el punto de vista científico, el mundo sanitario se movilizó para aliviar el dolor de tantos y tratar de ponerle remedio; del mismo modo, las autoridades políticas tuvieron que tomar medidas drásticas en materia de organización y gestión de la emergencia.
Junto con las manifestaciones físicas, el COVID-19 provocó —también con efectos a largo plazo— un malestar generalizado que caló en los corazones de muchas personas y familias, con secuelas a tener en cuenta, alimentadas por largos períodos de aislamiento y diversas restricciones de la libertad.
Además, no podemos olvidar cómo la pandemia tocó la fibra sensible del tejido social y económico, sacando a relucir contradicciones y desigualdades. Amenazó la seguridad laboral de muchos y agravó la soledad cada vez más extendida en nuestras sociedades, sobre todo la de los más débiles y la de los pobres. Pensemos, por ejemplo, en los millones de trabajadores informales de muchas partes del mundo, a los que se dejó sin empleo y sin ningún apoyo durante todo el confinamiento.
Rara vez los individuos y la sociedad avanzan en situaciones que generan tal sentimiento de derrota y amargura; pues esto debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. En este sentido, la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias.

3. Transcurridos tres años, ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria—; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”. Ya he dicho varias veces que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?
Seguramente, después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana y nuestra existencia personal, podemos decir que la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz. En nuestro acelerado mundo, muy a menudo los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación alimentan el malestar y los conflictos, y generan violencia e incluso guerras.
Si, por un lado, la pandemia sacó a relucir todo esto, por otro, hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que no escatimaron esfuerzos para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia.
De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra “juntos” en el centro. En efecto, es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. De hecho, las respuestas más eficaces a la pandemia han sido aquellas en las que grupos sociales, instituciones públicas y privadas y organizaciones internacionales se unieron para hacer frente al desafío, dejando de lado intereses particulares. Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales.

4. Al mismo tiempo, en el momento en que nos atrevimos a esperar que lo peor de la noche de la pandemia del COVID-19 había pasado, un nuevo y terrible desastre se abatió sobre la humanidad. Fuimos testigos del inicio de otro azote: una nueva guerra, en parte comparable a la del COVID-19, pero impulsada por decisiones humanas reprobables. La guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes y propaga la inseguridad, no sólo entre los directamente afectados, sino de forma generalizada e indiscriminada en todo el mundo; también afecta a quienes, incluso a miles de kilómetros de distancia, sufren sus efectos colaterales —basta pensar en la escasez de trigo y los precios del combustible—.
Ciertamente, esta no es la era post-COVID que esperábamos o preveíamos. De hecho, esta guerra, junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas. Aunque se ha encontrado una vacuna contra el COVID-19, aún no se han hallado soluciones eficaces para poner fin a la guerra. En efecto, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado (cf. Evangelio según san Marcos 7,17-23).

5. ¿Qué se nos pide, entonces, que hagamos? En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común.
Para lograr esto y vivir mejor después de la emergencia del COVID-19, no podemos ignorar un hecho fundamental: las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros. Así pues, estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades. El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades. Sólo invirtiendo en estas situaciones, con un deseo altruista inspirado por el amor infinito y misericordioso de Dios, podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz.
Al compartir estas reflexiones, espero que en el nuevo año podamos caminar juntos, aprovechando lo que la historia puede enseñarnos. Expreso mis mejores votos a los jefes de Estado y de gobierno, a los directores de las organizaciones internacionales y a los líderes de las diferentes religiones. A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año, en el que puedan construir, día a día, como artesanos, la paz. Que María Inmaculada, Madre de Jesús y Reina de la Paz, interceda por nosotros y por el mundo entero.

Vaticano, 8 de diciembre de 2022.  Francisco



YO POR TI

Parroquia Santa Beatriz. Leganes

La Fundación ha lanzado una campaña en Internet con el objetivo de que los internautas descubran la entidad y conozcan sus proyectos. Una campaña bajo el título: “Yo por ti”, al servicio de los más necesitados.



TEENS INTERNATIONAL

Teens Internacional. Parroquia Sta Beatriz Leganes

Una mirada al mundo con el objetivo de difundir «buenas noticias». Esto es lo que anima a las redacciones de Teens International repartidas por distintos puntos del planeta y apoyadas por los grupos editoriales de Ciudad Nueva. Un espacio creado por los chicos para los chicos en el que poder intercambiar opiniones e ideas; formarse en la producción de contenidos para distintos medios de comunicación; encontrar juntos modelos de comunicación guiados por valores verdaderos.

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DESDE BELEN LECCIONES CON FUTURO

Esta es una de las páginas del diario de Irene, una jovencísima redactora de Teens, una revista del grupo Ciudad Nueva, hecha por los chicos para los chicos. A través de sus ojos y sus palabras, la historia de un viaje a una tierra marcada por las divisiones y su encuentro con el proyecto «Armonía entre los pueblos», que a través del arte y la danza difunde belleza y esperanza a las nuevas generaciones de Belén.

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VIVIMOS EL ADVIENTO

Vivimos el Adviento - Parroquia Santa Beatriz 2022

La Navidad —la comercial, no la litúrgica— ha comenzado.

Muchos escaparates se han vestido ya con luces de todos los colores. En los supermercados han colocado los turrones. Y los canales infantiles de la televisión bombardean a los pequeños con todo tipo de juguetes desde hace semanas. Pero la Navidad real no llegará hasta finales de diciembre y, hasta entonces, hemos de vivir el Adviento, que comenzará el domingo, 27 de noviembre. Precisamente, el inminente tiempo litúrgico «tiene un doble carácter», que en ambos casos se presenta como un periodo «de devota y alegre expectación» ante el nacimiento de Jesús, explica Daniel

¿Qué es el tiempo de Adviento?

Escobar, delegado de Liturgia del Arzobispado de Madrid, parafraseando el punto 235 del ceremonial de los obispos. Por un lado, «es el tiempo de la preparación para la solemnidad de Navidad, en la que se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres». Pero «es, además, el tiempo en el que, mediante este recuerdo, las mentes de los hombres se dirigen a la expectación de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos».

A pesar de su importancia, puede resultar «complicado explicar el Adviento cuando socialmente no existe como tal», continúa Escobar. «Sin embargo, no todo son dificultades», añade el delegado. «Hay dos factores que nos pueden ayudar a distinguir Navidad y Adviento». En primer lugar, el entorno educativo, pues mientras «el Adviento es tiempo de trabajo, la Navidad lo es de descanso». Y en segundo lugar, la cena de Nochebuena, que «determina la culminación de algo que ha requerido un tiempo de preparación —convocar a la familia, organización, compras…—».

En el caso de los Cooperantes Veritatis de la Madre de Dios, una congregación que a través de la catequesis con niños pequeños trata de llevar el Evangelio a las familias, «no explicamos lo que es el Adviento», sino que «lo vivimos haciendo memorial de la historia de la salvación», explica el sacerdote Gonzalo M.ª Carbó, que lleva 40 años dedicado completamente a la vida espiritual de los niños.

A través del Oratorio de los Niños Pequeños, los religiosos proponen a los menores tres reuniones durante el mes de diciembre. En la primera, La espera del Salvador, «hacemos una narración salvífica desde la creación hasta la anunciación» que está acompañada por «la oración y canto: “¡Ven, Señor, Jesús; ven y sálvanos! ¡Ven, Señor Jesús; ven y cúranos”». En una segunda reunión, «narramos la anunciación a María y, a continuación, la anunciación a José». Mientras tanto, los niños, «sentados en la alfombra, escuchan y creen con atención y unción las palabras del ángel aplicada a ellos por nosotros», y las reproducen con la mano en el corazón.

Finalmente, «en la semana anterior a Navidad, hacemos la narración del nacimiento» de Jesús y, al ritmo del relato, «un niño tras otro van colocando las figuritas del belén», concluye Carbó, que sugiere a las familias la colocación de la corona de Adviento, ante la que se puede tener «un breve encuentro diario de oración familiar», y la colocación escalonada de las figuritas del belén «hasta hacer presente solemnemente la figura de Jesús en la noche de Navidad».

Iniciativas para vivir el Adviento en familia

Hay otras iniciativas para ayudar a vivir este tiempo litúrgico tan especial, en este caso a partir de los momentos de ocio familiar; una propuesta muy atractiva para los niños, que tienen el juego como una de sus actividades principales. Este es el caso de Angie, el angelito del Adviento, «una herramienta lúdica para que los niños conozcan y puedan vivir el verdadero significado del Adviento como preparación para la llegada de Jesús», explica el publicista valenciano Vicente Miquel, su creador. Se trata de un juego que consta de un libro-calendario y de una aplicación móvil. En primer lugar, «los niños deben hacer una tarea sencilla, una buena obra, que les viene marcada en el libro» de Angie.

Por ejemplo, una de las propuestas que ofrece es que los niños busquen «a un compañero que esté triste e intenta alegrarle el día; hoy les vas a dar un beso muy grande a tus papis y les vas a dar las gracias por quererte tanto; hoy intenta no enfadarte con tus hermanos o compañeros de clase…». Una vez completada esta parte, el niño puede ir a la aplicación móvil que previamente han tenido que descargar sus padres en el teléfono o la tableta, y buscar a Angie por toda la casa. «Al entrar, el aparato se pone en modo cámara, como si fuera un dispositivo de realidad virtual, y el niño o la niña tiene que ir recorriendo toda la casa. Hay un momento en el que, de pronto, aparece el angelito y hace una animación muy divertida que a los niños les encanta», explica Miquel.

Por último, los usuarios pueden ir coleccionando los angelitos en el calendario virtual de la aplicación y llegar así a la Navidad, el 24 de diciembre, con un reguero de buenas obras realizadas.

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