EL SILENCIO DEL ENFERMO

Sangrado Corazón - Mes de Febrero - Silencio del Enfermo - Parroquia Santa Beatriz Leganes

En los casos de emergencia múltiple las asistencias tienen bien aprendido que los primeros a los que hay que auxiliar son a los que no dicen nada. Son aquellos que por su gravedad o conmoción se les adivina que están peor. Así ocurre también en la vida del espíritu, aquellos que no dicen nada son los más necesitados de ayuda. Nuestra sociedad se ha convertido en un absoluto SILENCIO A DIOS. No un silencio reverente, si no un silencio de frialdad.

Jesús en Sus revelaciones a Sta Faustina Kowalska, le pidió que en la Novena a la Divina Misericordia hubiera un día reservado a esas almas tibias que fueron las que mas Le dolieron en Su Pasión. Por algo será.
En este mes de febrero aparece luminosa la festividad de Nuestra Señora de Lourdes. Día designado por el Santo Padre, Jornada Mundial del Enfermo. ¡Cuantas curaciones y conversiones se han conseguido en la Gruta de Lourdes! ¡Que ejemplo el de Bernadette Soubirous manteniéndose callada en el convento donde entró como religiosa y nadie sabía que era la vidente salvo la superiora y su director espiritual! Un silencio lleno de amargura por el trato recibido, pero un silencio ofrecido y unido al sacrificio de la Cruz que se vuelve sanador.

Nuestra Señora de Lourdes se aparece en una Gruta que se asemeja y nos transporta al Portal de Belén. Sitios emblemáticos en la Historia de la Salvación. En Belén nace el que sufriendo cura todas las dolencias de la Humanidad. En Lourdes confirma Nuestra Señora que es La Inmaculada Concepción y lo hace curando a personas como Su Divino Hijo.

En esta sociedad enferma de silencio y con el corazón dañado Nuestra Señora nos pide que hagamos como los camilleros que meten al paralítico por el techo para que Jesús lo sane. Que seamos los camilleros voluntarios de Lourdes en cada uno de nuestros barrios, de nuestras casas, de nuestras parroquias. Que metamos en la camilla de nuestra oración y con las manos de nuestra acción a cada uno de los enfermos con que nos cruzamos todos los días en nuestra vida.

Recordad que todos, siempre, vamos a necesitar que hagan de camilleros con nosotros. Hagamos nosotros una práctica de las Bienaventuranzas cada día con cada hermano en este mes de febrero. Rompamos el silencio a Dios y acerquemos a todos el CLAMOR DEL AMOR DE DIOS.

Manuel García

 



IMPORTANCIA PRIMORDIAL DEL TESTIMONIO

Parroquia Santa Beatriz - Leganes Madrid

Importancia primordial del testimonio

La Buena Nueva debe ser proclamada en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunión de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización. Son posiblemente las primeras preguntas que se plantearán muchos no cristianos, bien se trate de personas a las que Cristo no había sido nunca anunciado, de bautizados no practicantes, de gentes que viven en una sociedad cristiana pero según principios no cristianos, bien se trate de gentes que buscan, no sin sufrimiento, algo o a Alguien que ellos adivinan pero sin poder darle un nombre. Surgirán otros interrogantes, más profundos y más comprometedores, provocados por este testimonio que comporta presencia, participación, solidaridad y que es un elemento esencial, en general al primero absolutamente en la evangelización. Todos los cristianos están llamados a este testimonio y, en este sentido, pueden ser verdaderos evangelizadores. Se nos ocurre pensar especialmente en la responsabilidad que recae sobre los emigrantes en los países que los reciben.

Necesidad de un anuncio explícito

Y, sin embargo, esto sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado —lo que Pedro llamaba dar «razón de vuestra esperanza»[52]—, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.

La historia de la Iglesia, a partir del discurso de Pedro en la mañana de Pentecostés, se entremezcla y se confunde con la historia de este anuncio. En cada nueva etapa de la historia humana, la Iglesia, impulsada continuamente por el deseo de evangelizar, no tiene más que una preocupación: ¿a quién enviar para anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos aquellos que lo deben escuchar? Este anuncio —kerygma, predicación o catequesis— adquiere un puesto tan importante en la evangelización que con frecuencia es en realidad sinónimo. Sin embargo, no pasa de ser un aspecto.

Hacia una adhesión vital y comunitaria

Efectivamente, el anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es escuchado, aceptado, asimilado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón. Adhesión a las verdades que en su misericordia el Señor ha revelado, es cierto. Pero, más aún, adhesión al programa de vida —vida en realidad ya transformada— que él propone. En una palabra, adhesión al reino, es decir, al «mundo nuevo», al nuevo estado de cosas, a la nueva manera de ser, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio. Tal adhesión, que no puede quedarse en algo abstracto y desencarnado, se revela concretamente por medio de una entrada visible, en una comunidad de fieles. Así pues, aquellos cuya vida se ha transformado entran en una comunidad que es en sí misma signo de la transformación, signo de la novedad de vida: la Iglesia, sacramento visible de la salvación[53]. Pero a su vez, la entrada en la comunidad eclesial se expresará a través de muchos otros signos que prolongan y despliegan el signo de la Iglesia. En el dinamismo de la evangelización, aquel que acoge el Evangelio como Palabra que salva[54], lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren.

Impulso nuevo al apostolado

Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia.

Al terminar estas consideraciones sobre el sentido de la evangelización, se debe formular una última observación que creemos esclarecedora para las reflexiones siguientes.

La evangelización, hemos dicho, es un paso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado. Estos elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son complementarios y mutuamente enriquecedores. Hay que ver siempre cada uno de ellos integrado con los otros. El mérito del reciente Sínodo ha sido el habernos invitado constantemente a componer estos elementos, más bien que oponerlos entre sí, para tener la plena comprensión de la actividad evangelizadora de la Iglesia.

En esta visión global lo que queremos ahora exponer, examinando el contenido de la evangelización, los medios de evangelizar, precisando a quién se dirige el anuncio evangélico y quién tiene hoy el encargo de hacerlo.

Papa Francisco, Evangelii gaudium (Nº 21 al 24)



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Parroquia Santa Beatriz - Leganes Madrid

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AVE MARIA

Parroquia Santa Beatriz - Leganes Madrid

Nada mas comenzar la Pascua, empieza mayo, mes dedicado a Nuestra Señora.
Cristo se manifiesta en toda Su Gloria y Grandeza tras Su Resurrección.
Para los que somos más débiles Nuestro Señor nos entrega en la Cruz a Su propia Madre para que nos acojamos a Ella y en Ella encontremos refugio y paz. Mayo es uno de los meses para reconocerle a Nuestra Señora sus maternales desvelos. Aprovechemos este mes para intimar aún mas con tan Humilde Intercesora. Aprovechemos también para ser misioneros de Su Inmaculado Corazón. ¿No es una tristeza que haya personas a nuestro lado, en nuestra familia, barrio, parroquia… Que no conozca tan portentosa mediadora? ¿No es una herida de gran dolor que nuestros vecinos no sean conscientes de tal Ayuda Celeste? Pongamos cada día de este mes a una persona de nuestro barrio bajo el manto de Nuestra Señora, aunque no se lo digamos a esa persona. Recemos por ella alguna oración, si es posible una decena del Rosario, mejor. Y con filial confianza dejemos obrar a Nuestra Madre. En su mes, y en plena Pascua, concederá infinidad de Gracias a quien con fe se lo pida. Mucho puede la oración del justo (St 5, 16). Las 31 florecillas que presentemos este mes sean 31 hermanos llevados a Los Corazones de Jesús y María.

Manuel García



EL AMOR DE DIOS SIEMPRE VENCE

Parroquia Santa Beatriz - Leganes Madrid

El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.  Por lo demás, no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.                                      De las Catequesis de Jerusalén  (Catequesis 21 [Mistagógica 3], 1-3: PG 33. 1087-1091)

                                                 “ Invocamos a María para obtener la paz y que Nuestra Señora toque,                           no tanto el corazón de Dios,
sino el de los hombres”. (Don Orione)