EL TIEMPO PARA UN CATOLICO

El tiempo comienza a entretejer sus maquinaciones

Con el repique de 12 campanas que marcan la necesidad de una nueva agenda-calendario. Para el mundo, esa agenda se debe llenar de trabajos, negocios, fiestas, reuniones, etc…. ¿De que las debe llenar un católico? Pues …  de trabajos, negocios, fiestas, reuniones, etc.  Pero no de las mismas que el mundo. O al menos se debe notar que si hay un católico en medio de esas cosas ya no son iguales que las que marca el mundo. Si hay trabajos civiles, también y más importantes son los trabajos de la fe. Si hay negocios económicos, no hay mayor beneficio que alcanzar la Gloria a precio de amor. Si hay fiestas, no hay mayor fiesta que la Mesa de la Eucaristía. Si hay reuniones, debes procurar que Dios esté en medio de ellas, así las conclusiones serán más santas.

Por mucho tiempo que nos toque vivir, de nada vale si nos alejamos de la Voluntad de Dios. Cuando nos acercamos a la Voluntad de Dios, tendremos el tiempo cumplido.
Cada instante, vivido con el más absoluto desprendimiento y poniendo nuestros talentos en Manos de Dios estará llenando de vida nuestros años y no de años nuestra vida. Lo que un católico debe ver, con agradecimiento infinito, en el tiempo que vive, es la gran oportunidad que tiene de bendecir a Dios en cada hermano que nos encontramos en nuestro día a día cotidiano.

No hace falta ir a las selvas para predicar a Dios

Hace falta predicar a Dios en la selva de nuestro alrededor. Y en España cada día más. Y en nuestra ciudad, barrio, familia, debemos hacer presente a Jesús. Contra la maldita ideología que exige que las creencias deben hacerse en sitio cerrados y solo a titulo personal, debemos dedicar nuestro tiempo a predicar que la fe en Jesucristo es para todos, alcanza a todos los ámbitos de la vida y por lo tanto necesita ser pública.

Debemos hacerlo con humildad, si… pero también con valentía, decisión y convicción. Este año que comienzo a llenarse de cosas en las agendas, debemos llenarlos de trabajos apostólicos a los vecinos. Y hablarles de Dios. Llenarlos de negocios de eternidad. Y hablar nosotros con Dios. Llenarlos de fiestas. Y festejar a Dios con los demás en público. Llenar de reuniones con Dios en nuestras iglesias, parroquias, plazas. Y que Dios llene nuestras reuniones.

Nuestra Señora es exactamente lo que hizo toda Su Vida y nos dijo a nosotros que debías hacer…”Haced lo que Él os diga” y toda la fiesta, reunión, negocio de las Bodas de Caná salió perfecta incluso a los ojos del mundo.

Si de algo nos va a pedir cuentas Nuestro Señor es de como hemos llenado de Amor a Él y los hermanos la agenda del tiempo de nuestra vida. Y siempre es buen momento para empezar. Hoy.

Manuel García



PROYECTO DE AMOR CONYUGAL

Parroquia Santa Beatriz. Leganes

Conoce el proyecto que está resucitando el amor en miles de matrimonios. Para más detalles en la Parroquia Santa Beatriz. El día 12 de Enero a las 19:30 h.  Toda la información se dará a quienes asistan presencialmente. Y más en:



SIEMPRE EN EL SEÑOR

Siempre en el Señor, Parroquia Santa Beatriz de Leganes. Feliz 2023

Siempre en El Señor

2022 ya es historia o podríamos también decir por fin es historia. Una historia que se escribió en capítulos de guerra, crisis económicas, coletazos de la pandemia y subida estratosférica de la cesta de la compra. Demasiada carga negativa. Pero para nosotros los católicos, los que creemos en Jesús siempre tuvimos su amparo y su amor que nos llenó de esperanza. La esperanza de hacer las cosas mejor el próximo año, los anhelos de ver cumplidos, al menos, una parte de nuestros objetivos. Jesús siempre está con nosotros, nunca nos abandona.

Comienza el 2023, un año con las hojas en blanco y con todo por escribir. Si tenemos una certeza incuestionable es que Dios estará siempre con nosotros. Será nuestra cabecera en cada hoja, pase lo que pase y suceda lo que suceda. El Señor estará siempre velando y guiando nuestros pasos.
En este año 2023 que comienza que el Señor fortalezca nuestro ánimo y haga que los seres humanos se comporten con empatía y amor al prójimo.
¡Feliz año 2023!

Antonio Vaquerizo



TRAZAR JUNTOS CAMINOS DE PAZ

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
56 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2023

Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz.

«Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche» (Primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses 5,1-2).

1. Con estas palabras, el apóstol Pablo invitaba a la comunidad de Tesalónica, que esperaba el encuentro con el Señor, a permanecer firme, con los pies y el corazón bien plantados en la tierra, capaz de una mirada atenta a la realidad y a las vicisitudes de la historia. Por eso, aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, guía nuestro camino. Con este ánimo san Pablo exhorta constantemente a la comunidad a estar vigilante, buscando el bien, la justicia y la verdad: «No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios» (5,6). Es una invitación a mantenerse alerta, a no encerrarnos en el miedo, el dolor o la resignación, a no ceder a la distracción, a no desanimarnos, sino a ser como centinelas capaces de velar y distinguir las primeras luces del alba, especialmente en las horas más oscuras.

2. El COVID-19 nos sumió en medio de la noche, desestabilizando nuestra vida ordinaria, trastornando nuestros planes y costumbres, perturbando la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, generando desorientación y sufrimiento, y causando la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros.
Empujado dentro de una vorágine de desafíos inesperados y en una situación que no estaba del todo clara ni siquiera desde el punto de vista científico, el mundo sanitario se movilizó para aliviar el dolor de tantos y tratar de ponerle remedio; del mismo modo, las autoridades políticas tuvieron que tomar medidas drásticas en materia de organización y gestión de la emergencia.
Junto con las manifestaciones físicas, el COVID-19 provocó —también con efectos a largo plazo— un malestar generalizado que caló en los corazones de muchas personas y familias, con secuelas a tener en cuenta, alimentadas por largos períodos de aislamiento y diversas restricciones de la libertad.
Además, no podemos olvidar cómo la pandemia tocó la fibra sensible del tejido social y económico, sacando a relucir contradicciones y desigualdades. Amenazó la seguridad laboral de muchos y agravó la soledad cada vez más extendida en nuestras sociedades, sobre todo la de los más débiles y la de los pobres. Pensemos, por ejemplo, en los millones de trabajadores informales de muchas partes del mundo, a los que se dejó sin empleo y sin ningún apoyo durante todo el confinamiento.
Rara vez los individuos y la sociedad avanzan en situaciones que generan tal sentimiento de derrota y amargura; pues esto debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. En este sentido, la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias.

3. Transcurridos tres años, ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria—; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”. Ya he dicho varias veces que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?
Seguramente, después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana y nuestra existencia personal, podemos decir que la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz. En nuestro acelerado mundo, muy a menudo los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación alimentan el malestar y los conflictos, y generan violencia e incluso guerras.
Si, por un lado, la pandemia sacó a relucir todo esto, por otro, hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que no escatimaron esfuerzos para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia.
De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra “juntos” en el centro. En efecto, es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. De hecho, las respuestas más eficaces a la pandemia han sido aquellas en las que grupos sociales, instituciones públicas y privadas y organizaciones internacionales se unieron para hacer frente al desafío, dejando de lado intereses particulares. Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales.

4. Al mismo tiempo, en el momento en que nos atrevimos a esperar que lo peor de la noche de la pandemia del COVID-19 había pasado, un nuevo y terrible desastre se abatió sobre la humanidad. Fuimos testigos del inicio de otro azote: una nueva guerra, en parte comparable a la del COVID-19, pero impulsada por decisiones humanas reprobables. La guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes y propaga la inseguridad, no sólo entre los directamente afectados, sino de forma generalizada e indiscriminada en todo el mundo; también afecta a quienes, incluso a miles de kilómetros de distancia, sufren sus efectos colaterales —basta pensar en la escasez de trigo y los precios del combustible—.
Ciertamente, esta no es la era post-COVID que esperábamos o preveíamos. De hecho, esta guerra, junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas. Aunque se ha encontrado una vacuna contra el COVID-19, aún no se han hallado soluciones eficaces para poner fin a la guerra. En efecto, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado (cf. Evangelio según san Marcos 7,17-23).

5. ¿Qué se nos pide, entonces, que hagamos? En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común.
Para lograr esto y vivir mejor después de la emergencia del COVID-19, no podemos ignorar un hecho fundamental: las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros. Así pues, estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades. El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades. Sólo invirtiendo en estas situaciones, con un deseo altruista inspirado por el amor infinito y misericordioso de Dios, podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz.
Al compartir estas reflexiones, espero que en el nuevo año podamos caminar juntos, aprovechando lo que la historia puede enseñarnos. Expreso mis mejores votos a los jefes de Estado y de gobierno, a los directores de las organizaciones internacionales y a los líderes de las diferentes religiones. A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año, en el que puedan construir, día a día, como artesanos, la paz. Que María Inmaculada, Madre de Jesús y Reina de la Paz, interceda por nosotros y por el mundo entero.

Vaticano, 8 de diciembre de 2022.  Francisco



HAKUNA Y EMAUS

Hakuna y Emaús: «Son un milagro del Espíritu Santo en medio de la secularización»

José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante. «Vivir el sacerdocio en una situación de fuerte secularización supone tener una vida interior más fuerte que nunca. Los fieles nos ayudan mucho a valorar el tesoro que tenemos. Cuando muchas personas, con una fe entrañable, vienen y te piden confesión, eso te conmueve. Si este reconocimiento comienza a fallar, el sacerdote tiene un riesgo de entrar en crisis en la propia valoración de su ministerio», comenta Munilla sobre el fenómeno de los sacerdotes «quemados» por su propia labor pastoral.

Llamados a florecer

Para que no llegue el abatimiento, el obispo recomienda a los sacerdotes volver siempre al Evangelio. «La Madre Teresa decía: ‘Yo no rezo para tener éxito, yo a Dios le pido ser fiel’. Esta frase supone una madurez interior muy grande. Para que nuestra alegría interior no esté supeditada al grado de aceptación es esencial ser capaces de cargar nuestras pilas de Jesucristo. Que la Eucaristía configure nuestra vida, que sea la que llene el corazón», explica.
En este sentido, el obispo aporta su propio testimonio. «En España hay lugares muy distintos, con facilidades diferentes para poder integrarse en la vida de un pueblo. Yo fui sacerdote con 24 años, en un pueblo muy secularizado. Un día, me paró una señora para decirme que en la pollería se habían apostado un pollo a que me quitaba la ropa de cura antes de Navidad. Cada uno, en la situación en la que está, tiene que abordar su ministerio sin complejos. Estamos llamados a florecer, donde Dios nos ha plantado», relata Munilla.
Pero reconoce que a veces no es fácil. «El peligro es el de asustarse, de mimetizarse… Queremos que el sacerdote sea un florero. Que no se salga de su rol, porque si no va a necesitar un nivel de energía, para remar a contra corriente, muy grande. Hay que ser capaces de insertarse gozosamente, pero, al mismo tiempo, sin ser fagocitado. Quizá somos mas débiles que generaciones anteriores, fruto del bienestar, de una sociedad en la que se nos ha dado todo hecho. No tenemos una fortaleza natural, como la que tuvieron los sacerdotes ancianos», explica.

Entonar el mea culpa

Sobre la crisis de fe y de vocaciones, Munilla da una clave importante. «Si antes una congregación religiosa tocaba muchas teclas y ahora no, lo importante será concentrar las energías en lo esencial, en la evangelización, en anunciar a Jesucristo. Hoy estamos haciendo autocrítica de que hemos hecho muchas obras sociales en las que no se han confesado explícitamente a Jesucristo. Esta crisis es una oportunidad para anunciar dónde está lo esencial», asegura.
En este sentido, asegura, que no es algo malo entonar el mea culpa. «El problema llega cuando es tarde para rectificar. A veces hay que entonar un mea culpa. En ciertas cosas nos hemos equivocado. Hicimos apuestas donde no fuimos conscientes de que estábamos siendo absorbidos por el espíritu del mundo. Ahora, que Dios nos da la gracia y las energías, que las concentremos en lo esencial: evangelizar, evangelizar y evangelizar», comenta.
El prelado también señala que el mensaje de Jesús no se puede trocear. «Esa posición entre ortodoxia y ortopráxis, entre verdad y caridad, misericordia y justicia… sacerdotes que dicen que su opción es la liturgia, o lo social. Ese tipo de contraposiciones, son un poco del ‘Mayo del 68’, que cuesta pasarle la página. Si por algo se tiene que caracterizar este momento es por la integración, por la lectura en su integridad del mensaje cristiano», relata.
Por ello, Munilla señala dos formas de acercarse al Evangelio. «Hay dos maneras de acercarse al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Una es seleccionando los pasajes con los que más me identifico y, otra, es hacer lo contrario, me voy a centrar, precisamente, en las páginas que más me cuestan. Porque forman parte del mensaje revelado, para no hacer un Dios a mi medida», apunta.

Reconocer los dones

El obispo recuerda la esencia del cristianismo. «En mis primeros años de sacerdocio modulaba mucho mi discurso, dependiendo de a quién me dirigía. En la medida que he ido avanzando en mi comprensión de las cosas, te das cuenta de que lo esencial es igual para todo el mundo. La clave está en conectar con las grandes necesidades del corazón del hombre, en las que todos necesitamos ser interpelados», asegura.
La irrupción de las redes sociales también ha sido otro de los temas que Munilla ha querido tocar. «La capacidad crítica de los fieles, en el buen sentido de la palabra, ha crecido mucho. Hoy, como podemos escuchar muchas cosas, desde diferentes medios y soportes, eso hace que seamos más exigentes. Eso es bueno. Los sacerdotes también tenemos muchas más posibilidades ahora, y eso hace que se nos pida más, se comparan las cosas y se eleva el listón», comenta.
En este tema, el obispo da algunas claves sobre cómo los sacerdotes o religiosos deberían participar en las redes sociales. «Primero hay que discernir, para llegar a la conclusión de si estoy llamado o no. No todo el mundo estará llamado. Para evangelizar en las redes hay que ser austero en las formas, no estar fomentando la propia imagen, estamos anunciando a Jesucristo. También, ser austeros en nuestra presencia. Yo escribo diariamente un mensaje, pero no abusar, con constancia, eso sí. Y, por último, es importante que en el mensaje que compartamos estén nuestras propias intuiciones. Tiene que ser un espejo de la experiencia interior», relata.
Munilla habla, también, de las inquietudes de los jóvenes y de nuevas iniciativas como Hakuna o Emaús. «Tenemos que reconocer los dones del Espíritu, y bendecir a Dios por el hecho de que nos siga sorprendiendo. Que luego necesitan su purificación, pues claro… especialmente cuando es una realidad muy exitosa. A veces podemos caer en la autocomplacencia. El que seamos perseguidos, incomprendidos, el que, en vez de ponernos a la defensiva, hagamos de ello una oportunidad de purificación, es maravilloso. Que en pleno 2022, en medio de esta gran secularización, el Espíritu Santo siga suscitando cosas que lleguen al corazón de los jóvenes, es un milagro».

Para concluir, Munilla habla del drama del suicidio. «Necesitamos predicar a Jesucristo, que es la razón de ser de nuestra esperanza. Esta es una crisis de esperanza. Por un lado nos cerramos a transmitir la vida y, por el otro, tenemos un canto de sirena que es la llamada al suicidio. Necesitamos saber cuál es la razón de nuestra esperanza. Si no descubrimos que nuestra vida viene de Dios, que estamos llamados al amor, es imposible dar lo mejor de nosotros», comenta.

Fuente:



EVANGELIO VIVIDO

Evangelio Vivido. Misericordia. Parroquia Santa Beatriz. Leganes

El misericordioso es capaz de perdonar al otro y a menudo también de perdonarse a sí mismo. Sin embargo, la misericordia no es sólo una disposición interior, sino que es también el camino que nos lleva a Dios. Su inmenso amor por nosotros no es un sentimiento, sino una acción; el acto a través del cual cada uno de nosotros “renace”.

Vivir en paz

No era la primera vez que notaba daños causados en mis tierras. Nunca había tenido enemigos y mi padre me había enseñado a construir buenas relaciones, pero esta vez quería entender bien qué estaba pasando. Pedí ayuda a la Virgen y una noche me escondí detrás de un árbol de fruta junto a otro campesino. Como había imaginado, en un determinado momento de la noche vi llegar a mi vecino junto con sus dos hijos, provistos de cajones de fruta. Mi plan fue fotografiarlos en forma flagrante. Desorientados por la luz del flash, los tres se fueron dejando la fruta recogida por el suelo. Al día siguiente, hacia el atardecer, la esposa del vecino le pidió a la mi señora el favor de destruir las fotos y que no denunciáramos a su esposo. Nos habíamos puesto de acuerdo con mi esposa que, en la eventualidad, respondiera: “No sé de qué fotos me estás hablando, mi marido está afuera desde hace dos días”. Desde ese momento las cosas cambiaron: se veía en ellos una insólita gentileza y prontitud a ayudar en la recolección… En una pausa para descansar, el vecino admitió que había venido a recoger algunas manzanas “para probarlas”, y había visto unos destellos de luz. Le dije: “Desde hace algún tiempo en el pueblo suceden cosas raras. Lo importante para nosotros es vivir en paz”. (. – Italia)

Un verdadero cambio

Con el pensamiento, recorrí mi vida: ¡un total fracaso! No estoy casada por la oposición de mis padres a mi elección de un muchacho bueno pero no de nuestro “rango”. Con mis hermanos y mi hermana relaciones prácticamente inexistentes a raíz de una herencia repartida injustamente, según ellos. Puedo considerarme rica, pero sin embargo ¡qué vacío siento dentro de mí y alrededor de mí! Estaba en el hospital cuando una sobrina que me vino a ver dijo una frase que no me dejó en paz: “¡Tía, tu problema es que estás poseída por el mal. En ti ha desaparecido todo rastro de bien”. Cuando me dieron el alta busqué a un sacerdote para contarle lo que me angustiaba. Tras haberme escuchado, le pareció que de alguna manera yo me quería vengar con la vida, con la familia, con todos y me orientó a que pensara más en los demás: festejando con algún regalo los cumpleaños de mis parientes, preguntándoles a los vecinos para saber cómo están, escribiéndoles a mis ex alumnos… pequeños gestos pero que eran pasos hacia la luz. En la desesperación puse en práctica esa sugerencia. Es duro, pero siento que algo está cambiando. (G.I. – España)

Amigas en la enfermedad

Durante el período en el que mi madre estuvo internada en el hospital conoció a su compañera de habitación, Klari. Compartían el mismo estadio del cáncer, el mismo ritmo de quimioterapia. Se habían hecho amigas, pero algo las dividía. Cuando era joven, Klari había sido una activista comunista y no aceptaba la fe católica que profesaba mi madre. No polemizaban, pero se veía que ninguna de las dos daba el brazo a torcer en sus convicciones. De todos modos, mi madre se mostraba siempre disponible, y para ayudar a Klari, que no tenía parientes, nos había pedido a nosotros sus familiares que le diéramos una mano. Eran pequeñas cosas que ella necesitaba, algún trámite para acelerarle, llamar por teléfono a alguna amiga. Cuando la condición de la salud se agravó en ambas, noté una diferente aceptación de la enfermedad: mi madre, que estaba siempre atenta a lo que necesitaba su amiga, dejaba traslucir una gran paz. Klari, en cambio, era intolerante y agresiva, pero antes de entrar en coma le agradeció a mi madre por haber estado a su lado. Se había vuelto una de nuestra familia. (. – Alemania)

A cargo de Maria Grazia Berretta
(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año VIII, número 2, noviembre-diciembre de 2022)