AMO A LA VIRGEN Y LA CANTO

Canto a la Virgen:

¡Dejadme amar y cantar!

Soy un pobre peregrino

que busco luz y amor;

vengo al Santuario

con el rosario en la mano para convertirme en el escabel de los pies inmaculados de María, «in  eterno»;

¡vengo a buscar luz y amor de Dios

 y de las almas! 

Vengo a ti para no perderme,

 después de haber pasado entre profundidades, hundimientos, alturas, precipicios, montañas, huracanes,

abismos y oscuridades del espíritu,

sombras negras …

Vengo a ti, y siento, encima de mí,

una alta paz, que se cierne:

 veo su manto extenderse

sobre todas las tempestades, y una serenidad inofuscable que supera las regiones de la luz humana,

y traspasa todos nuestros esplendores,

 que me arrolla y penetra


SAN LUIS ORIONE




AVE MARÍA

 María es mártir en su alma

El martirio de la Virgen se nos transmite en la profecía de Simeón y también en el relato de la Pasión del Señor. “Este niño ha sido puesto aquí —dijo del niño Jesús, el santo anciano— como signo de contradicción y a ti una espada te traspasará el alma’ refiriéndose a María”. 

Madre Bendita, es muy cierto que una espada atravesó tu alma. Además, solo atravesándola pudo penetrar la carne de tu Hijo. Después de que tu Jesús había entregado el espíritu, la cruel lanza que abrió su costado obviamente no pudo alcanzar su alma; pero la tuya sí la atravesó. Su alma ya no estaba, pero la tuya no pudo sustraerse. 

No se sorprendan, hermanos, si decimos que María sufrió el martirio en su alma. Quien se asombre de ello olvida, no ha escuchado, que Pablo cuenta entre los mayores crímenes de los gentiles la falta de afecto. Estaba lejos de ser así para el corazón de María. Que esté lejos de ser así para sus pequeños siervos.

Sermón del abad san Bernardo (dom. As., 14-15)

 MANUEL GARCIA




AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO

Jesús dijo a sus discípulos «ama a tu prójimo como a ti mismo». Una máxima que es la base del cristianismo y que debería ser la aspiración de cualquier persona sea o no cristiana. Esta reflexión viene muy a mano en los tiempos de pandemia que vivimos.

En unos momentos tan complicados hacer caso de las directrices que se dan por parte de las autoridades sanitarias en materia de seguridad es vital. El uso de la mascarilla, mantener la distancia de seguridad entre personas o no fumar en espacios públicos son medidas que se deben cumplir, y sin embargo, no todos las cumplen. Y esos pocos contagian a esos muchos y nos llevan a la situación que por desgracia vivimos. Sería muy importante que aquellos que se saltan las normas hicieran suya la frase de Jesús «Ama a tu prójimo como a ti mismo» de esa forma, pensando también en su semejante se reducirían los casos de contagio y no cargaríamos de trabajo a unos sanitarios (médicos, enfermeras, celadores…) que están ya saturados.

Y en estas horas difíciles encomendarnos a la Virgen del Pilar, patrona de España, para que de «sentido» a los que no lo tienen y paciencia a todos.

 

ANTONIO VAQUERIZO





EL PAPA FRANCISCO Y EL ROSARIO

El mes de octubre es el mes dedicado especialmente a la práctica de piedad universal del rezo del Santo Rosario. El Papa Francisco, como sus predecesores, tiene una gran devoción al Santo Rosario. De él ha dejado escrito: «El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; es también la oración de los simples y de los santos… es la oración de mi corazón» […] Muchas veces ha repetido el Papa la invitación a rezar el Santo Rosario, como la Virgen pidió a Santo Domingo, a los pastorcitos en Fátima o a Santa Bernardette en Lourdes, prometiendo su protección especial y grandísimas gracias. «¡El Santo Rosario, la oración a Jesús y a la virgen María, la oración hecha juntos, es un momento precioso para hacer ahora más sólida la vida familiar y la amistad! ¡aprendamos a orar más en familia y como familia!». En el Santo Rosario contemplamos la vida de Jesús y en ella el fundamento de nuestra vida cristiana. Y esto lo hacemos honrando a María, acompañando a María en sus latidos como mujer, como esposa, como madre, sobre todo como madre de Jesús y madre nuestra. La oración del Rosario en común, en familia, es mucho más bello, pues esa oración afianza los lazos estrechos del amor familiar, serena, anima, diluye todo cuanto pueda haber de roces o dificultades entre los que rezan unidos. El Santo Rosario transmite, comunica, una determinada energía de paz y de concordia entre aquellos que lo rezan con devoción. […] Que el mes de octubre sea un mes marcado por una vivencia profunda y comprometida de esta práctica de piedad en nuestros hogares y comunidades.   

Tomado de:




LA FUERZA DEL SILENCIO

El cardenal Sarah afronta en estas páginas la necesidad del silencio interior para escuchar la música de Dios, para que brote y se desarrolle la oración confiada con Él. El ruido nos impone su dictadura un día y otro, hasta el punto de que rara vez añoramos el silencio. Sin embargo, el ruido genera el desconcierto del hombre, mientras que en el silencio se forja nuestro ser personal, nuestra propia identidad. Tras el éxito internacional de Dios o nada, el cardenal Sarah afronta en estas páginas la necesidad del silencio interior para escuchar la música de Dios, para que brote y se desarrolle la oración confiada con Él, para entablar relaciones cabales con nuestros allegados. «La verdadera revolución -afirma- viene del silencio, que nos conduce hacia Dios y los demás, para colocarnos humildemente a su servicio». 

 




LA IGLESIA FRENTE A LA PANDEMIA

Jesús, en la oración que hace al Padre en la última cena, pide por sus discípulos que están en el mundo, pero no son del mundo. Cuando la iglesia nació, obligada por la caridad, que es un mandato de Jesús, se ocupó de la predicación del evangelio a un mundo pagano deshumanizado y cruel, en el que inició una enorme obra caritativa que se encargó de los pobres, los enfermos, las viudas, los ancianos, los huérfanos, y en fin, de cada persona necesitada, marginada y despreciada, porque no olvidaba las palabras de Jesús: lo que hagan con ellos, lo habrán hecho conmigo.

La caridad cristiana, no era la causa y razón de ser de la Iglesia, sino su consecuencia, es decir, si alguien se decía cristiano, no podía pasar indiferente ante los sufrimientos y necesidades de los demás; por amor a Cristo se sentía obligado a socorrerlos, no se trataba de una vaga solidaridad o fraternidad humana, ni de una noble filantropía, sino de un mandato imperativo: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”, y Jesús los amó hasta morir por ellos en la cruz. Así pues, la caridad cristiana era fruto del amor del Crucificado, no un sentimiento y un propósito noble, sino una fuerza sobrenatural que manaba del Dios mismo que se adentraba en el corazón de los creyentes y se derramaba sobre la humanidad.

 
A la Iglesia se le deben los primeros hospitales, universidades, y miles de iniciativas en favor de los más desfavorecidos, pero todo ello como consecuencia de la fe en el Dios que es amor. Con el paso de los siglos, el Estado empezó a hacerse cargo de esos rubros, la Iglesia dejó de ser indispensable en el ámbito social, y ante el embate del laicismo, y su propia secularización que la ha llevado a perder el sentido sobrenatural y su verdadera razón de ser en el mundo, muchos se preguntan si la existencia de la Iglesia tiene razón de ser en la sociedad de hoy.

Hugo Valdemar,