De la resistencia, al sí a la vocación

07/28/2011

«Durante la JMJ del 2005 celebrada en Colonia pude convivir con muchos cristianos. Descubrí la belleza de ser cristiana y, desde ese momento, decidí participar en todo lo que me ofreciera la Iglesia.
Y así un día me dijeron que yo sería una de las jóvenes elegidas para acercarme al altar y recibir la Cruz de manos de los jóvenes de Sídney. Se me concedía el don de ser una de las que tomaban el testigo directamente de los jóvenes de Sídney.
‘¿Por qué a mí, Señor?’. Esa fue la pregunta que surgió en mi corazón, pues me parecía algo grande, muy grande para mí. En cuanto pude, fui a la capilla y supliqué a Jesús: ‘Señor, no permitas que reciba tu Cruz como si fuera cualquier cosa’.
Hoy, a la luz de esta llamada, puedo entender lo que Jesús me hizo sentir en la Plaza de San Pedro. Me llamó a estar con Él, a vivir feliz la consagración y a acoger el sufrimiento de la humanidad. Él me eligió para hacerme feliz y participar de su sed y de su anhelo: que ninguno se pierda y todos tengan vida.
Gracias, Madre Iglesia, que nos engendras a vida nueva».

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