La santidad también para ti

05/22/2018

Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no
hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso. 
A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas  conversiones  que  permiten  que  su  gracia  se manifieste  mejor  en  nuestra existencia «para que participemos de su santidad» (Hb 12,10). Cuando el Cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuân estaba en la cárcel, renunció a desgastarse esperando su liberación. Su opción fue «vivir el momento presente colmándolo de amor»; y el modo como se concretaba esto era: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias  de manera
extraordinaria».

Papa Francisco, Gaudete et exsultate, nº 16 y 17

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