Libertad desde la fuerza del perdón

07/02/2011

La libertad dada y hecha posible por Dios está siempre en peligro: pero el Dios de la Biblia se manifiesta como el que constantemente se preocupa por la restauración y la extensión de la libertad. Esto está magníficamente expresado en el salmo 81, un texto catequético para la celebración de la fiesta de los Tabernáculos. El puesto principal no lo ocupa la ira de Dios que habrá de alcanzar a los hombres en el caso de que infrinjan sus mandamientos, sino la preocupación amorosa de Dios por su pueblo. De esta preocupación surge la decepción de Dios con respecto al pueblo «que no le ha aceptado», así como su queja de que este pueblo se arruine a sí mismo, en lugar de aceptar los beneficios que Dios ha querido hacerle. Se aprecia claramente que no es Dios, en realidad, quien castiga, sino el propio hombre quien se castiga a sí mismo al apartarse de Dios:

«Escucha, pueblo mío, yo te advierto,
¡oh, Israel, si quisieras escucharme!
No haya en ti dios extranjero,
no te postres ante dios extraño;
yo, Yahvé, soy tu Dios,
que te hice subir del país de Egipto;
abre toda tu boca y yo la llenaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no me quiso obedecer;
por eso les abandoné a la dureza de su corazón
para que caminaran según sus designios.
¡Ah, si mi pueblo me escuchara,
si Israel siguiera mis caminos…!
AL punto abatiría yo a sus enemigos,
volvería mi mano contra sus adversarios.
Los que odian a Yahvé le adularían,
y su tiempo estaría para siempre fijado;
y a él le sustentaría con la flor del trigo
y le saciaría con la miel de la rosa» (Sal 81, 9-17)

El ethos bíblico, en el que es característico el momento del perdón, manifiesta un gran realismo. Todos necesitamos ser siempre perdonados,porque todos fallamos
continuamente. Esto significa que la libertad, tal como la ve la Biblia, es una realidad que se alimenta de la fuerza del perdón. En una sociedad carente, como la nuestra, de caridad y de consideración, es muy importante captar y vivir conscientemente esta relación. La conversión es una acción de salvamento de la libertad; es la oposición autocrítica no sólo contra los propios deseos de adaptarse a unos criterios morales con muy bajos niveles de exigencia, sino también contra los estados colectivos de opinión que tienden a exagerar los niveles éticos de los hombres.

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