«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en el Señor tenéis una Roca eterna» (Is 26, 4).
La Palabra de vida que queremos vivir en este mes está tomada del Libro del pro-feta Isaías, un texto extenso y rico, muy apreciado por la tradición cristiana, ya que contiene páginas muy queridas, como el anuncio del Enmanuel, el «Dios con noso-tros» (cf. Is 7, 14; Mt 1, 23), o también la figura del Siervo de dolores (cf. Is 52, 13 – 53, 12), que hace de fondo a los relatos de la pasión y muerte de Jesús.
Este versículo forma parte de un canto de agradecimiento que el profeta pone en boca del pueblo de Israel una vez terminada la terrible prueba del exilio, cuando por fin van a volver a Jerusalén. Sus palabras abren los corazones a la esperanza, porque la presencia de Dios al lado de Israel es fiel, inquebrantable como la roca; Él mismo sostendrá cualquier esfuerzo del pueblo en la reconstrucción civil, políti-ca y religiosa.
Derrocará la ciudad que se cree «excelsa» (cf. Is 26, 5) porque no está construida según el proyecto de amor de Dios, mientras que la que está construida sobre la roca de la cercanía a Él gozará de paz y prosperidad.
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en el Señor tenéis una Roca eterna».
¡Qué actual es esta necesidad de estabilidad y de paz! También nosotros, perso-nalmente y colectivamente, estamos pasando por momentos oscuros de la historia que amenazan con aplastarnos bajo el peso de la incertidumbre y el miedo al futu-ro.
¿Cómo superar la tentación de dejarnos abatir por las dificultades del presente, de encerrarnos en nosotros mismos y cultivar sentimientos de sospecha y descon-fianza hacia los demás?
Para los cristianos, la respuesta es ciertamente «reconstruir» ante todo, con va-lentía, la relación de confianza con Dios, que en Jesús se hizo nuestro prójimo por los caminos de la vida, incluidos los más oscuros, estrechos y escarpados.
Pero esta fe no significa quedarse esperando pasivamente. Al contrario, requiere trabajar activamente para ser protagonistas creativos y responsables en construir una «nueva ciudad» fundada en el mandamiento del amor recíproco. Una ciudad con las puertas abiertas, que acoge a todos, sobre todo «a los pobres y oprimidos» (cf. Is 26, 6), los predilectos del Señor desde siempre.
Y por este camino estamos seguros de contar con la compañía de muchos hom-bres y mujeres que cultivan en el corazón los valores universales de la solidaridad y la dignidad de cada persona, respetando también la creación, nuestra «casa co-mún».
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en el Señor tenéis una Roca eterna».
En el pueblo murciano de Aljucer (España), toda una comunidad está volcada en construir relaciones de fraternidad mediante formas de participación abierta e in-clusiva.
Cuentan: «En el verano de 2008 fundamos una asociación cultural con el objetivo de desarrollar actividades de distinto tipo, tanto por iniciativa nuestra como en co-laboración con otras asociaciones del territorio, para promover espacios de diálo-go y proyectos humanitarios internacionales.
Por ejemplo, desde el principio promovemos una cena solidaria anual para el pro-yecto Fraternity with Africa, para financiar becas para jóvenes africanos que se comprometen a trabajar en su país durante al menos cinco años. Son cenas que reúnen a unas 200 personas y en las que colaboran comercios y asociaciones.
Estamos muy satisfechos de trabajar desde hace años con otra asociación. Juntos organizamos un evento anual abierto a personalidades del mundo de la cultura, música, pintura y literatura, pero también a exponentes de la política, la economía y la medicina. Para todos ellos es una ocasión para compartir sus experiencias y las motivaciones más profundas de sus acciones» .
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en el Señor tenéis una Roca eterna».
Estamos a la espera de la Navidad. Preparémonos acogiendo desde ya mismo a Jesús en su Palabra. Esta es la roca sobre la que construir también la ciudad de los hombres: «Encarnémosla, hagámosla nuestra, experimentemos cuánta poten-cia de vida libera si la vivimos, en nosotros y a nuestro alrededor. Enamorémonos del Evangelio hasta dejarnos transformar en él y derramarlo sobre los demás. […] Así ya no viviremos nosotros, sino que en nosotros se formará Cristo. Nos sentire-mos libres de nuestro yo, de nuestros límites, de nuestras esclavitudes; y además veremos estallar la revolución de amor que Jesús, libre de vivir en nosotros, pro-vocará en el tejido social del que formamos parte» LETIZIA MAGRI
PALABRA DE VIDA – DICIEMBRE 2022
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