Quien beba de esta agua no tendrá sed jamás

02/23/2008

Domingo 24 de febrero de 2008, 3º de Cuaresma

Éxodo 17,3-7: Danos agua de beber
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»
Rm 5, 1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros
Jn 4,5-42: Quien beba de esta agua no tendrá sed jamás

El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo entero. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana, en el evangelio de Juan.
Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: Yo soy la vid, le hará decir Juan a Jesús; no “soy como la vid”, no, sino que “soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes son… sucedáneos. Yo tengo el “agua verdadera”, la otra no quita la sed…
De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones muy elocuentes para hoy: la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.
Jesús no vivió en este contexto pluralmente religioso que hoy nos invade, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes de Galilea a Jerusalén, y este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si no era propiamente de otra religión, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje o cismático.
Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento es de Jesús.
¿«Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín»?, le pregunta la samaritana. ¿Es decir, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, ni en una ni en otra religión, sino «en espíritu y en verdad». Es la respuesta revolucionaria: las religiones son relativas. No hay ninguna absoluta, a la que las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta es la adoración en espíritu y en verdad, más allá de una u otra religión.

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