Madre del Silencio y de la Humildad,
Tú vives perdida y encontrada
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.
Eres disponibilidad y receptividad.
Eres fecundidad y plenitud.
Eres atención y solicitud por los hermanos.
Estás vestida de fortaleza.
En Ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual.
Eres señora de Ti misma
antes de ser señora nuestra.
No existe dispersión en Ti.
En un acto simple y total,
tu alma, toda inmóvil,
está paralizada
e identificada con el Señor.
Estás dentro de Dios
y Dios dentro de Ti.
El Misterio Total te envuelve
y te penetra, te posee, ocupa
e integra todo tu ser. (…)
Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia.
Estás abismada en el Señor,
y al mismo tiempo,
atenta a los hermanos, como en Caná.
P. Larrañaga.