Hakuna y Emaús: «Son un milagro del Espíritu Santo en medio de la secularización»
José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante. «Vivir el sacerdocio en una situación de fuerte secularización supone tener una vida interior más fuerte que nunca. Los fieles nos ayudan mucho a valorar el tesoro que tenemos. Cuando muchas personas, con una fe entrañable, vienen y te piden confesión, eso te conmueve. Si este reconocimiento comienza a fallar, el sacerdote tiene un riesgo de entrar en crisis en la propia valoración de su ministerio», comenta Munilla sobre el fenómeno de los sacerdotes «quemados» por su propia labor pastoral.
Llamados a florecer
Para que no llegue el abatimiento, el obispo recomienda a los sacerdotes volver siempre al Evangelio. «La Madre Teresa decía: ‘Yo no rezo para tener éxito, yo a Dios le pido ser fiel’. Esta frase supone una madurez interior muy grande. Para que nuestra alegría interior no esté supeditada al grado de aceptación es esencial ser capaces de cargar nuestras pilas de Jesucristo. Que la Eucaristía configure nuestra vida, que sea la que llene el corazón», explica.
En este sentido, el obispo aporta su propio testimonio. «En España hay lugares muy distintos, con facilidades diferentes para poder integrarse en la vida de un pueblo. Yo fui sacerdote con 24 años, en un pueblo muy secularizado. Un día, me paró una señora para decirme que en la pollería se habían apostado un pollo a que me quitaba la ropa de cura antes de Navidad. Cada uno, en la situación en la que está, tiene que abordar su ministerio sin complejos. Estamos llamados a florecer, donde Dios nos ha plantado», relata Munilla.
Pero reconoce que a veces no es fácil. «El peligro es el de asustarse, de mimetizarse… Queremos que el sacerdote sea un florero. Que no se salga de su rol, porque si no va a necesitar un nivel de energía, para remar a contra corriente, muy grande. Hay que ser capaces de insertarse gozosamente, pero, al mismo tiempo, sin ser fagocitado. Quizá somos mas débiles que generaciones anteriores, fruto del bienestar, de una sociedad en la que se nos ha dado todo hecho. No tenemos una fortaleza natural, como la que tuvieron los sacerdotes ancianos», explica.
Entonar el mea culpa
Sobre la crisis de fe y de vocaciones, Munilla da una clave importante. «Si antes una congregación religiosa tocaba muchas teclas y ahora no, lo importante será concentrar las energías en lo esencial, en la evangelización, en anunciar a Jesucristo. Hoy estamos haciendo autocrítica de que hemos hecho muchas obras sociales en las que no se han confesado explícitamente a Jesucristo. Esta crisis es una oportunidad para anunciar dónde está lo esencial», asegura.
En este sentido, asegura, que no es algo malo entonar el mea culpa. «El problema llega cuando es tarde para rectificar. A veces hay que entonar un mea culpa. En ciertas cosas nos hemos equivocado. Hicimos apuestas donde no fuimos conscientes de que estábamos siendo absorbidos por el espíritu del mundo. Ahora, que Dios nos da la gracia y las energías, que las concentremos en lo esencial: evangelizar, evangelizar y evangelizar», comenta.
El prelado también señala que el mensaje de Jesús no se puede trocear. «Esa posición entre ortodoxia y ortopráxis, entre verdad y caridad, misericordia y justicia… sacerdotes que dicen que su opción es la liturgia, o lo social. Ese tipo de contraposiciones, son un poco del ‘Mayo del 68’, que cuesta pasarle la página. Si por algo se tiene que caracterizar este momento es por la integración, por la lectura en su integridad del mensaje cristiano», relata.
Por ello, Munilla señala dos formas de acercarse al Evangelio. «Hay dos maneras de acercarse al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Una es seleccionando los pasajes con los que más me identifico y, otra, es hacer lo contrario, me voy a centrar, precisamente, en las páginas que más me cuestan. Porque forman parte del mensaje revelado, para no hacer un Dios a mi medida», apunta.
Reconocer los dones
El obispo recuerda la esencia del cristianismo. «En mis primeros años de sacerdocio modulaba mucho mi discurso, dependiendo de a quién me dirigía. En la medida que he ido avanzando en mi comprensión de las cosas, te das cuenta de que lo esencial es igual para todo el mundo. La clave está en conectar con las grandes necesidades del corazón del hombre, en las que todos necesitamos ser interpelados», asegura.
La irrupción de las redes sociales también ha sido otro de los temas que Munilla ha querido tocar. «La capacidad crítica de los fieles, en el buen sentido de la palabra, ha crecido mucho. Hoy, como podemos escuchar muchas cosas, desde diferentes medios y soportes, eso hace que seamos más exigentes. Eso es bueno. Los sacerdotes también tenemos muchas más posibilidades ahora, y eso hace que se nos pida más, se comparan las cosas y se eleva el listón», comenta.
En este tema, el obispo da algunas claves sobre cómo los sacerdotes o religiosos deberían participar en las redes sociales. «Primero hay que discernir, para llegar a la conclusión de si estoy llamado o no. No todo el mundo estará llamado. Para evangelizar en las redes hay que ser austero en las formas, no estar fomentando la propia imagen, estamos anunciando a Jesucristo. También, ser austeros en nuestra presencia. Yo escribo diariamente un mensaje, pero no abusar, con constancia, eso sí. Y, por último, es importante que en el mensaje que compartamos estén nuestras propias intuiciones. Tiene que ser un espejo de la experiencia interior», relata.
Munilla habla, también, de las inquietudes de los jóvenes y de nuevas iniciativas como Hakuna o Emaús. «Tenemos que reconocer los dones del Espíritu, y bendecir a Dios por el hecho de que nos siga sorprendiendo. Que luego necesitan su purificación, pues claro… especialmente cuando es una realidad muy exitosa. A veces podemos caer en la autocomplacencia. El que seamos perseguidos, incomprendidos, el que, en vez de ponernos a la defensiva, hagamos de ello una oportunidad de purificación, es maravilloso. Que en pleno 2022, en medio de esta gran secularización, el Espíritu Santo siga suscitando cosas que lleguen al corazón de los jóvenes, es un milagro».
Para concluir, Munilla habla del drama del suicidio. «Necesitamos predicar a Jesucristo, que es la razón de ser de nuestra esperanza. Esta es una crisis de esperanza. Por un lado nos cerramos a transmitir la vida y, por el otro, tenemos un canto de sirena que es la llamada al suicidio. Necesitamos saber cuál es la razón de nuestra esperanza. Si no descubrimos que nuestra vida viene de Dios, que estamos llamados al amor, es imposible dar lo mejor de nosotros», comenta.
Fuente: Religionenlibertad.com