El esplendor y el ardor divino
no me calcina, sino que me templa,
me purifica, me sublima
y me dilata el corazón,
hasta el punto de que quisiera estrechar,
entre mis pequeños brazos humanos,
a todas las criaturas, para llevarlas a Dios.
Y quisiera hacerme alimento espiritual
para mis hermanos
que tienen hambre y sed
de verdad y Dios;
quisiera vestir de Dios a los desnudos,
dar la luz de Dios a los ciegos
y a los ansiosos de más luz,
y abrir los corazones
a las innumerables miserias humanas
y hacerme siervo de los siervos
distribuyendo mi vida entre los más indigentes y desamparados.
DON ORIONE