LA IGLESIA FRENTE A LA PANDEMIA

09/22/2020

Jesús, en la oración que hace al Padre en la última cena, pide por sus discípulos que están en el mundo, pero no son del mundo. Cuando la iglesia nació, obligada por la caridad, que es un mandato de Jesús, se ocupó de la predicación del evangelio a un mundo pagano deshumanizado y cruel, en el que inició una enorme obra caritativa que se encargó de los pobres, los enfermos, las viudas, los ancianos, los huérfanos, y en fin, de cada persona necesitada, marginada y despreciada, porque no olvidaba las palabras de Jesús: lo que hagan con ellos, lo habrán hecho conmigo.

La caridad cristiana, no era la causa y razón de ser de la Iglesia, sino su consecuencia, es decir, si alguien se decía cristiano, no podía pasar indiferente ante los sufrimientos y necesidades de los demás; por amor a Cristo se sentía obligado a socorrerlos, no se trataba de una vaga solidaridad o fraternidad humana, ni de una noble filantropía, sino de un mandato imperativo: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”, y Jesús los amó hasta morir por ellos en la cruz. Así pues, la caridad cristiana era fruto del amor del Crucificado, no un sentimiento y un propósito noble, sino una fuerza sobrenatural que manaba del Dios mismo que se adentraba en el corazón de los creyentes y se derramaba sobre la humanidad.

 
A la Iglesia se le deben los primeros hospitales, universidades, y miles de iniciativas en favor de los más desfavorecidos, pero todo ello como consecuencia de la fe en el Dios que es amor. Con el paso de los siglos, el Estado empezó a hacerse cargo de esos rubros, la Iglesia dejó de ser indispensable en el ámbito social, y ante el embate del laicismo, y su propia secularización que la ha llevado a perder el sentido sobrenatural y su verdadera razón de ser en el mundo, muchos se preguntan si la existencia de la Iglesia tiene razón de ser en la sociedad de hoy.

Hugo Valdemar, https://n9.cl/8xsm

 

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