LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA
¡¡¡Que maravillosa y maestra es la Liturgia en la Iglesia!!! Si aprendemos a mirar con ojos
agradecidos cada detalle nos encontraremos con grandezas que ensanchan el corazón.
Para la cultura en que estamos inmersos la muerte ha adquirido tintes de drama y tragedia
clásica donde todo termina. La Iglesia nos enseña, al final del año litúrgico, que la muerte es
una realidad en nuestra vida. Que después de haber encarnado las enseñanzas de Cristo
durante todo el año, la Iglesia nos enseña, con las fiestas de “Todos los Santos” y de “Los
Fieles Difuntos”, que nuestro destino es intemporal, no solo trasciende la muerte, sino que
después no tiene ni fin ni oscuridad si hemos encarnado el mensaje de Cristo durante el breve
tiempo de vida en la tierra. Amar a Cristo y servir a los hermanos en caridad es la plenitud del
cumplimiento de toda la Ley.
Si en noviembre se honra a nuestros familiares y vecinos santos, se continua con la esperanza
de una nueva vida que se refleja en el Adviento que se adivina al final del tiempo litúrgico. Es la
grandeza de la esperanza a la que somos llamados. Así fue la vida de Nuestra Señora.
Cumplió toda la Ley en Su Inmaculado Corazón, esperó contra toda esperanza de la razón,
tanto en la Anunciación como en la Pasión y por ello fue Asunta a los Cielos para ser, tras su
Divino Hijo, quién nos indicase el camino del futuro de los que de palabra y obra crean en Él.
Encomendémonos a los santos de nuestras familias y oremos por quienes estén en el
Purgatorio.
Manuel García