TRABAJAR BUSCANDO SÓLO A DIOS

08/25/2020

Ayer me encontraba en la habitación de un buen sacerdote y allí mi mirada se fijó en estas palabras: ¡Sólo Dios! Mi mirada en aquel momento estaba llena de cansancio y de dolor y mi mente recordaba tantos días llenos de quehaceres, como el de ayer y, sobre el torbellino de tantas angustias y sobre el sonido confuso de tantos suspiros, me parecía escuchar la voz afable y buena de mi ángel: Sólo Dios, alma desconsolada, ¡Sólo Dios! Encima de una ventana había una planta de claveles, más adelante un pasillo y algunos curas meditando píamente y más adelante un crucifijo, un querido y venerado crucifijo que me recordaba años hermosos e inolvidables. Mi mirada llena de lágrimas fue a parar allí, a los pies del Señor. Y me parecía que el alma se realzaba, y que una voz de paz y de sosiego bajaba de aquel corazón atravesado, y me invitaba a elevarme, a confiar en Dios mis dolores ya orar. ¡Qué silencio dulce y lleno de paz…! Y en el silencio ¡Sólo Dios! Iba repitiendo para mí ¡Sólo Dios! 

¡Sólo Dios, hijos míos, sólo Dios!

DON ORIONE, (De «L’Opera della Divina Providenza», del 3 de septiembre de 1899)  


Suscríbete al boletín de la parroquia

* Este campo es obligatorio.