Julio se presenta para muchos como el primer mes de vacaciones. Los estudiantes ya llevan quince días despreocupados de sus tareas (eso los que aún se preocupan durante el curso), y sus padres o de vacaciones o planeándolas. Las fiestas de muchos pueblos empiezan a salpicar el suelo patrio con verbenas, orquestas, conciertos y alguna procesión matutina. Deberíamos ver cuantas fiestas se han quedado solo en la apariencia de unas rutinas desencarnadas de la Fe.
Sin embargo para un cristiano debería ser un tiempo de Gracia, una oportunidad para contemplar y pedir a Nuestra Madre del Monte Carmelo como la intuyó Elías en el monte que ahora lleva tan dichoso nombre y lo que supuso para el Pueblo Elegido y como señal indeleble para todos nosotros. Nuestra Señora del Carmen siempre ha sido desde la entrega a S. Simón Stock de Su escapulario, una verdadera nave que nos lleva al puerto seguro de Su Hijo Divino. Así ha sido entendido por todos los marineros desde tiempos muy antiguos.
Y una vez que hayamos celebrado a Nuestra Señora, nos debemos disponer a entender porqué uno de los Hijos del Trueno se llegó hasta el confín del mundo conocido a predicar la Palabra de Dios a un pueblo tan cabezota como Hispania. En Santiago, primer Obispo de Jerusalén, tenemos el gran aliado para llevar en nuestras almas, cuerpo y corazón el mensaje de Cristo que él nos trajo.
España ha tenido una misión histórica de llevar la Palabra a todo el mundo. Y así fue el pilar del Imperio Español. En un Pilar a Santiago le dio fuerzas Nuestra Señora mientras Ella aún vivía en la Tierra, en un pilar debemos pedir que nos convierta Nuestra Señora en julio para seguir llevando a Cristo a cada puerto de nuestro barrio y de nuestra vida.
Manuel Garcia