San Agustín escribía:
«No desprecie el cristiano lo que hizo Cristo.
Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano,
también el corazón se enciende,
o si ya estaba,
se alimenta el sentimiento de humildad […]
Perdonémonos mutuamente nuestros errores
y recemos mutuamente por nuestras culpas y así,
de alguna manera nos lavaremos los pies mutuamente»
Fuente: Sant'Agostino d'Ippona, In Joh 58, 4-5